Cuando era chico me encantaba
mirar a los Tres Chiflados. Una de las cosas más graciosas que hacían ellos era
tirarse una bomba con la mecha encendida entre sí. Los tipos gritaban,
sostenían un par de segundos la bomba y se la tiraban al primero que
encontraban, no sea cosa que les explote a ellos en las manos.
Nos cagábamos de la risa con esa pelotudez. Estaba bárbaro. Éramos
pibes y era sano reírse con eso.
Ahora, en la Ciudad de Buenos
Aires, van a limitar la velocidad de los camiones a 60 km/h en las Autopistas. Así
se provocan menos accidentes, vistes???? Convengamos algo. La gente que se mató
en el accidente ferroviario de Once lo hizo en un vehículo que circulaba a 20
km/h. Pero nos obsesiona que los camiones vayan a los pedos, che.
Mientras tanto se siguen
vendiendo autos que pueden levantar a más de 150 kilómetros por hora como si nada. Ideales para
usar en las rutas argentinas en donde la velocidad máxima es de 120 o 130. Eso
sí. Los autos vienen limitados electrónicamente para no pasar de 250, ¿sabes? Ahora,
un nene de cinco años con la caja de herramientas del Mecano te quita el seguro
electrónico en cinco minutos. ¿Me querés decir dónde mierda vas a poder usar el
auto a más de 130 sin matar a nadie, o sin ponértelo de sombrero? Es una
pregunta dificilísima, porque ningún fabricante de automotores se tomó el
trabajo de responderla.
A lo mejor por eso ponerle ABS o
Airbag a los autos es un artículo de lujo, y no algo que salva vidas. Por eso
lo tenés en los autos más caros. Algo así como que si sos de clase media y te
comprás un auto cualunque tenés más chances de matarte en un accidente que si
sos un ricachón y podés acceder al lujo de la seguridad automotriz. ¿Cuando
hablan de “Responsabilidad Social Empresaria”…me quieren decir de qué mierda
están hablando, la puta madre carajo?
Un pequeño detalle: que los
camiones circulen con exceso de carga y que de paso rompan mucho más el frágil estado
de nuestras calles avenidas y rutas, con las cubiertas lisas o recauchutadas
para el orto, que dicho sea de paso provocan que no tengan la misma capacidad
de frenado, ¿se le ocurrió medirlo a alguien? Ah, si!!!! es una tarea que van a
controlar un conjunto de prestigiosos y reconocidos expertos: Magoya, Gardel y
los guitarristas, Montoto y Cadorna. Seguramente los conocés. Son los mismos
que controlan que los choferes de camión tengan el registro en condiciones, que
una vez al año les hagan un estudio psicológico responsable y decente que
certifique que están en condiciones aptas para manejar una mole de acero de 18
toneladas por las calles de cualquier ciudad. Pero lo que importa a partir de
ahora es que los ñatos manejen a no más de 60 km/h. Los camioneros en este
momento deben estar cambiándose la ropa interior, porque se cagaron de la risa
mientras con total seriedad anunciaron la medida.
Vivimos inmersos en una
Pelopincho llena hasta el borde de mierda y pelotudez. Y como reflejo de esto
es lo que ves a diario en la calle. El tránsito es un termómetro de lo que
somos como sociedad. “Se vive como se maneja”, decía el abuelo de un amigo mío.
Creo que no se equivocó ni medio.
Tampoco la culpa es de los
camioneros. ¿Querés que hablemos de los taxistas? No usan una puta luz de giro
para avisarte de ninguna maniobra. ¡Ah, claro! Me olvidaba que con el curso de
manejo te dan uno de psíquico, para que adivines cuándo carajo el antropoide
cavernícola que está al comando de un taxi va a girar, o a cambiar de carril.
Eso si, con el registro te dan una bola de cristal. SI querés metértela en el
orto, dale!!! Diría Mariano Iúdica. No vas a lograr nada con ella.
Los colectiveros tienen su
capítulo especial. Desesperados por llegar a la terminal a horario, porque si
no pierde el premio y lo cagan a pedos, son capaces de atropellar a una
octogenaria minusválida que empuja su andador mientras cruza la calle porque se
les hace tarde. Te tiran el colectivo encima para que te apures, usan una
bocina propia de un remolcador portuario para destrozarte el sistema auditivo,
con la esperanza de que mágicamente al ser tan ruidosa acelere el tránsito. Necesitan
como el aire ser los primeros en doblar la esquina, así dejen desparramados a
media docena de vehículos detrás de ellos.
Decime vos quién miércoles fue el
primer idiota (dicho despacito “idiiiiiiiotaaaa” como proyectado en cinemascope)
que atribuyó a la bocina potente una relación de influencia directa con la
circulación del tránsito, y vayamos ya mismo a ejecutarlo usando un rifle
sanitario para ganado.
En el rubro vehículos particulares
tenés toda un ala del zoológico para tu deleite.
Comencemos con el resentido. Este
espécimen la tiene tan chiquita y tiene una vida sexual tan insignificante,
tiene una vida social tan frusstrante, lo
felpudean tanto al pobrecito, que en la calle tiene que reivindicar su hombría.
Es por eso que no puede tolerar que alguien lo pase bajo ninguna circunstancia,
no sea cosa que vea disminuída su ya cascoteada masculinidad, y alguien lo
acuse de maricón porque lo pasó la señora esa con los chicos en el auto. Se
empecina en ser Meteoro al comando de su Fiat 600, pasando a todos, sea por la
banquina, por el costado, por arriba, o por donde sea. Te tira el auto y te
encierra para que vos no puedas adelantarte, y maneja a 120 en Avenidas con
máxima de 60, total no pasa nada, chabón.
Los motoqueros merecen un
comentario aparte. Campeones de la zigzagueada, genios de la gambeta, barrilete
cósmico. Lo de ellos es un problema escolar. Se ve que en la escuela (si fueron
alguna vez) se quedaron dormidos en la clase de física en donde les explicaban
que dos cuerpos no pueden estar ocupando el mismo lugar en el espacio. Los
infradotados insisten e insisten en que la moto entra donde no cabe un alfiler.
El casco, que se inventó para usar en la cabeza, se lo ponen en la chota, ¿será
para protegerse loe huevos? O lo usan en el codo, o levantado sobre el balero,
como los cancheritos se colocan los lentes de sol cuando no los están usando.
Van de a dos, de a tres y hasta de a cuatro arriba de una moto fabricada para
llevar uno, a lo sumo dos pasajeros, o llevan a la patrona y los pibes, como si
la Gilera fuera un micro escolar. Sin palabras.
Lo tenés también al Schumacher
del subdesarrollo. Este cree que su auto es un fórmula uno, o tiene la capacidad
de viajar en el tiempo, como el de Volver al Futuro. ¿El tramo La Plata-Luján?
Cuarenta minutos, nene. ¿Buenos Aires-Mar del Plata? Dos horas y media, mi
vida. Decime cómo mierda hacés para cubrirlo sin violar un maldito límite de velocidad, o no
dejar pegado en el parabrisas a un jubilado que cruzó la calle hace veinte
kilómetros atrás y lo levantaste como sorete en pala ancha!!!!! Me cago en diez.
Está el DJ frustrado, además.
Saca parlantes como para una Rave en los bosques de Palermo por la ventanilla
de su coupé. Usa unas luces azules que no te sirven para un sorete, salvo que
quieras estar camuflado por la noche. Lo sentís llegar tres cuadras antes
porque te vibran los vidrios de tu auto antes de poder verlo por el espejo
retrovisor. Escucha una música hermosa, una especie de “TUTUSí, TUTUSÍ”
propicio para un brote esquizoide. Maneja con una mano al volante y la otra
apoyándose en la ventanilla, como si fuera la barra del boliche un sábado a la
noche. El espejo del auto lo usa para fijarse si el penacho parado con gel se
le corrió, o si la gorra le calza para darle un look de pandillero neoyorquino,
para lucir en Laferrere, que viene a ser lo mismo.
El CEO de la Corporación ForFai es
otro. Maneja hablando por celular durante kilómetros. Vos pensás que es
imprescindible y sumamente trascendente lo que está hablando el tipo o la mina,
porque hace minutos que maneja como el ojete por usar el celular. Probablemente
estés errado, la verdad es que está indicándole a la patrona qué grado de
cocción quiere para los ravioles cuando llegue a cenar, o esté comentando el
capítulo de anoche de la novela. Pero es tan importante que no puede dejar de
usar el puto celular ni para doblar en una curva cerrada, el muy o la muy
sorete.
Sigue la galería de animalitos,
pero se hace tarde y no da para visitar el Zoo cuando oscurece. Lo que queda a
modo de reflexión es que el tránsito siempre es culpa del otro. Nos la pasamos echándonos
la culpa unos a otros, como los Tres Chiflados de la tele en blanco y negro de
cuando yo era chico.
Ahora no son Tres, sino varios
millones de chiflados que andan sueltos en la calle. Seguimos menospreciando la
vida, seguimos tratándonos entre nosotros como en la época de las cavernas.
Seguimos pegándonos codazos para ver quién es el primero que pasa por la
puerta, y nos trabamos entre nosotros mismos. La bomba sigue encendida, y
seguimos tirándola entre nosotros.
La diferencia es que ahora no nos
causa gracia, como cuando éramos chicos. Debería provocarnos espanto.
Se cuidan
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