Juntá diez adolescentes, o al menos imaginá que los tenés reunidos en alguna sala. ¿Los tenés juntos? Bien. Cinco de esos diez que tenés en los próximos años no van a terminar sus estudios secundarios. Uno de ellos tal vez (y digo “tal vez” porque no existe seguridad en eso) se gradúe en la Universidad. A seis de los que tenés ahí juntitos les va a costar encontrar un empleo, o probablemente encuentren uno precario.
Probablemente a vos eso no te resulte alarmante, y realmente te chupe un huevo. Nota aparte: Desde la frase del Diego, “chupala” es la variante de acción social más elegida. Por obligación o por elección. Digo que te importa poco y nada porque vos estudiaste, o porque tenés un título colgado en la pared de tu casa, o porque podés leer las palabras que estoy tecleando en este momento, y que forman frases, imágenes e ideas en tu cabeza. Inclusive hasta pueden dispararte emociones como empatía, o ganas de mandarme a la mierda. Y todo eso sucede porque comprendés lo que lees.
Argentina ocupó hace tres años el puesto 58 en lectura, el puesto 55 en matemáticas y el lugar 56 en ciencias, en un estudio que se realizó en países de todo el Mundo. Seguramente me preguntarás de cuánto fue la muestra para que tengamos ese resultado, y pensás en una cifra grande, enorme. Agarrate. Eran 65 los países. O sea, para que te quede clarito: estamos entre los cinco peores.
Curiosamente el presupuesto educativo no para de crecer, año tras año es mayor el porcentaje de ingresos públicos destinado a sostener la educación gratuita. Inclusive la Universidad. Y así y todo no alcanza. Tuvimos premios Nobel, somos la capital cultural de Latinoamérica. Tenemos más teatros en la calle Corrientes que en Broadway, librerías a rolete. Pero no hay programas culturales en ningún canal de TV abierta de Argentina, salvo el canal oficial. Ni programas políticos, ni programas en donde se discuta algo que no sea los avatares del bailando, cantando, culeando o lo que sea. Los pibes siguen sin terminar de estudiar. Mientras contemplamos las glorias del pasado, asistimos al inexorable embrutecimiento de nuestra sociedad. No es casualidad.
“Sean eternos los laureles, que supimos conseguir”. Parece que una vez que los conseguimos nos dormimos en ellos.
¿No te diste cuenta que te cuesta hacerte comprender por gente joven últimamente? Y no es que te estás volviendo choto. Eso viene solo, te lo aclaro por las dudas sospeches que por ahí pasa la cosa. Digo que te cuesta comprender lo que te dicen en la calle, más si es un adolescente, o un joven. Te hablan en castellano, pero pronunciando como si fueran bosquimanos recién venidos a la civilización. Pronuncian mal, hablan mal, dicen todo el tiempo “mendendé” (te lo traduzco, es “me entendés?”) y tienen un vocabulario que no alcanza a 250 palabras totales que manejan. Les cuesta comprender algo que les pedís. Les cuesta entenderte. Y no porque se hagan los boludos, sino porque no comprenden. No te pueden entender. Les cuesta razonar. No tienen desarrollada la habilidad de comprensión oral, y menos la comprensión del texto escrito.
No soy un especialista en educación. Pero observo, y relaciono. Y llego a la conclusión que no es casual.
No es casual. Los tenés de cajeros en supermercados, de playeros en estaciones de servicio, en la motito del delivery de lo que pidas a tu casa. Repartiéndote el diario y limpiándote el parabrisas del auto en cualquier semáforo. No es casual que sean los empleados en los trabajos peor pagos. No es casual.
No es casual. No tienen la posibilidad de insertarse en el mundo laboral con un empleo que les permita crecer y sostener dignamente una familia. No tienen estudios suficientes como para poder comprender lo que leen. No es casual. La falta de vocabularios, y la falta de educación deben tener alguna relación con la falta de cultura, la falta de valores, y la falta de inteligencia emocional y social en porciones cada vez más grandes de nuestra población. No es casual.
No es casual. Los institutos de menores están desbordados de pibes con antecedentes penales. No es casual. Te asalta a mano armada un pendejo que no tiene nada que perder, y te mata por sacarte cinco pesos. No es casual. Al barrio de las Torres de la Saladita en Avellaneda lo tenía aterrorizado el Torito, hasta que lo mató la cana a los 17 años. No es casual.
La escuela hoy es obligatoria hasta terminar el Secundario. Pero ves pibes fumando paco a diez mangos la dosis, o aspirando pegamento en cualquier estación de tren. Obligatoriamente en la escuela, necesariamente en la calle, verdaderamente abandonados. No es casualidad.
No es casual con estos pibes “mendendé”. La casualidad da lugar a la causalidad. Y limita cada vez más las probabilidades, hasta dejar solamente certezas. Probablemente un mundo manejado por la informática se les haga un mundo ajeno. Probablemente un mundo que les cierre las puertas a un porvenir les resulte un mundo cruel. Probablemente un mundo con gente con la que no pueden comunicarse les resulte un mundo indiferente. Ciertamente el futuro es oscuro.
No es casual. Nada es casual. Falta de estudios, ignorancia, falta de oportunidades, nada importa, no hay futuro. Vamo’ lo pibe, aguante la vagansssia y dame un sol pa’ la birra, mendendé?
No es casual. Prenden la tele y ven todo el tiempo un mundo de fantasía, ven el éxito del brazo de una rubia siliconada, ven la realización conduciendo un auto obscenamente caro y viviendo una vida de ricos y famosos, ven que tenés que ser Tinelli o no sos nada. Les llenan la cabeza con que tenés que estar paseando por “meami” como Ricardo Fort. Y saben que en la puta vida van a llegar ahí por derecha. Ni de casualidad.
No pidas que en ese contexto surjan boy scouts. Serías un ingenuo. Eso si: ningún pibe nace chorro. Tenelo presente.
¿Culpa de ellos? ¿de los padres? ¿Culpa del gobierno de Juan, de Perico, de Andrés? Me pregunto si preguntarse eso acaso importa. Esto es lo que hay a diario. Mientras la mayoría de los argentinos vive contemplando embobados la bosta catódica que le meten día a día hasta en la sopa, mientras discutimos cosas sin sentido, mientras corremos como maratonistas detrás del último artefacto tecnológico al pedo, mientras asistimos a la canibalización de nuestra sociedad cada mañana apenas salimos a la calle, la amenaza de una sociedad “mendendé” está a la vuelta de la esquina. Y a nadie parece importarle.
Nos queda un consuelo. Vuelve “Policías en Acción”, en donde desde la aparente seguridad de tu hogar contemplás la inseguridad de los otros. En donde te van a mostrar la caricatura de policías y chorros que parecen lo mismo, y probablemente lo sean teniendo en cuenta el entorno de donde vienen. En donde te van a mostrar un Conurbano y un Interior con problemáticas propiedad de sectores de menores recursos a vos, pequeño burgués de clase media. Vas a ver todas esas cosas en apariencia pasatistas y divertidas puestas en tono de sainete para deleite y regocijo de una clase televidente pajera e insensible.
Quedate tranquilo. Te dicen desde arriba que todo es una sensación. Clarín y la Tele te meten pánico y la sensación de estar al borde del abismo desde el costado. Y desde abajo te muestran una aparente especie subhumana (hasta te la muestran como una especie de documental de Nat Geo en donde contemplas la vida en otra galaxia), un averno dantesco en el cual no querés mirarte. O si, para divertirte un poco si te pica el morbo. Y en el medio estás vos, pensando y convenciéndote que no tenés nada que ver con todo esto.
Nada es casual.
Tengo la impresión de que estamos bailando cada vez más estúpida y desenfrenadamente en la cubierta del Titanic. Y a nadie se le ocurre ni siquiera amagar con apagar el Wincofón. Menos que menos con evitar el hundimiento del mastodonte en el cual estamos viajando.
Se cuidan
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