EL MUNDO. EL CHOQUE DE CIVILIZACIONES
Samuel Huntington fue un
intelectual norteamericano que murió hace menos de cuatro años, allá por diciembre
del 2008. Escribió en 1996 un libro llamado “El Choque de las Civilizaciones”
(Simon & Schuster . 1996. ISBN 0-684-84441-9)
La hipótesis de la obra de
Huntington es que la fuente de conflictividad del siglo XXI en el Mundo no es
económica, ni ideológica. Es cultural. La línea de corte que genera los “bandos”
formados por la agrupación de identidades y el sentido de pertenencia. El nivel
más amplio con el que se sienta identificado será entonces la “civilización” a
la que se pertenezca. Además, las identidades pueden redefinirse todo el
tiempo, por lo cual la línea va cambiando y las fronteras se van corriendo.
El surgimiento del fanatismo
religioso y el fundamentalismo es analizado en el libro como fruto de una grave
crisis de representatividad. Donde las instituciones dejaron de ser
representativas de “alguien” (el pueblo, o un sector de la sociedad), y
básicamente de “algo” (una idea o un valor), la sociedad se repliega sobre sí
misma. Esto genera vacíos en la identidad de un pueblo y un sentimiento de “vuelta
a las fuentes”, que puede ser el germen de fundamentalismos políticos o
religiosos.
Huntington pensaba que,
finalizada la Guerra Fría el mundo iba camino a una conflictividad de
características culturales, a la que llamó “El Choque de Civilizaciones”.
Evidentemente hablaba de política
exterior. ¿O no? Veamos.
ARGENTINA. ¿EL CHOQUE DE QUE?
El 13 de septiembre se produjo en
varias ciudades de Argentina una movilización en calles y plazas. Convocadas a
través de las redes sociales, grupos numerosos de gente salieron a la calle a
manifestarse.
La gente pidió que se termine con
la soberbia del gobierno. También pidió que se termine con el cepo al dólar. Además,
que se acabe con la corrupción, con el control de los números del INDEC, con la
falta de libertades, con la inseguridad en las calles, con la propuesta del
voto optativo para jóvenes a partir de los 16 años, con la monarquía de los K, con
el intento de modificar la constitución, con la idea de re-reelección, con la
falta de políticos honestos, con el “relato”, con los subsidios a sectores
vulnerables, con la crisis económica, con la inflación, con la violencia de
género…hasta pidieron la liberación de la ballena Willy.
Todo parece indicar que Argentina
atraviesa un proceso de crisis de representatividad. Existe un descreimiento
significativo en las instituciones y el sistema político argentino por parte de
la sociedad. La manifestación del 2001 por “que se vayan todos” fue una especie
de puntapié inicial. Lo curioso es que no existió renovación del sistema
político, ni de los que integran la “clase política”. Ninguno se fue, sin embargo.
El 13 de septiembre, once años
después, salieron nuevamente a manifestarse a la calle. Ninguna de las
consignas puede servir de aglutinante, bajo ningún lema puede construirse algún
tipo de identidad que permita esclarecer un “nosotros”, a prima fascie no puede
verse un punto de apoyo sobre el cual apalancar algún tipo de acción política. Ninguna
de las banderas o carteles puede decir quién se manifiesta. ¿El pueblo? ¿Los
ahorristas perjudicados? ¿la clase media acomodada? ¿La oposición al gobierno? Todo
parece indicar que se trata de mera expresión de descontento. Simple descarga
de enojo. O al menos así parece. Da la impresión de que nada cambió, o nadie escuchó.
De todos modos no se trata de un dato menor.
Existe un descontento de grupos que, sin lugar a dudas, no se sienten parte.
¿Qué pasó?
Una de las probabilidades es que
se haya cumplido la hipótesis de Hungtington. La sociedad se replegó sobre sí
misma, y dejó funcionando al sistema político en “piloto automático”. El
andamiaje institucional siguió su derrotero, como sigue respirando el paciente
en coma. Todo permaneció igual, primó el satus quo, nada cambió. La única
diferencia es que los vasos comunicantes entre Sociedad y Estado parecen
haberse rotos, o diluídos, o bien estar reconfigurándose en otra cosa.
El repliegue de la sociedad tiene
consecuencias inmediatas y a largo plazo.
En lo inmediato, la sobrevaloración
del individuo. El “mirarse al ombligo”, la ruptura de lazos de solidaridad
trocándolos en un “sálvese quien pueda”. El escapismo o la búsqueda de
salvaciones instantáneas, o soluciones mágicas.
En el mediano plazo, la
conformación de vacíos a llenarse representa una tentación para
fundamentalismos de todo tipo. La “vuelta al pasado” teñido de gloria, o la
aplicación de recetas anticuadas, o que simplemente no dieron resultado
representan una amenaza, y una muestra de miopía por parte de nuestra dirigencia.
A lo mejor una vuelta a discutir
valores, ideas, cultura, permita construir un “nosotros” más amplio. Una forma
de llegar a una “civilización” más inclusiva, en términos de Huntington. Quizás
alguno reflote la definición de BIOPOLITICA de Foucault, y comience a pensar a
la política en términos de visión y discusión holística, como punta del ovillo
a desenredar. Sería un buen comienzo.
Quizás sea el pensarse y
pensarnos un modo de desactivar la amenaza de bomba de conflictividad social que insisten
en encender desde todos lados.
Se cuidan.
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