viernes, 14 de septiembre de 2012

EL CHOQUE URBANO. Reflexiones sobre la manifestación


EL MUNDO. EL CHOQUE DE CIVILIZACIONES



Samuel Huntington fue un intelectual norteamericano que murió hace menos de cuatro años, allá por diciembre del 2008. Escribió en 1996 un libro llamado “El Choque de las Civilizaciones” (Simon & Schuster . 1996. ISBN 0-684-84441-9)



La hipótesis de la obra de Huntington es que la fuente de conflictividad del siglo XXI en el Mundo no es económica, ni ideológica. Es cultural. La línea de corte que genera los “bandos” formados por la agrupación de identidades y el sentido de pertenencia. El nivel más amplio con el que se sienta identificado será entonces la “civilización” a la que se pertenezca. Además, las identidades pueden redefinirse todo el tiempo, por lo cual la línea va cambiando y las fronteras se van corriendo.







El surgimiento del fanatismo religioso y el fundamentalismo es analizado en el libro como fruto de una grave crisis de representatividad. Donde las instituciones dejaron de ser representativas de “alguien” (el pueblo, o un sector de la sociedad), y básicamente de “algo” (una idea o un valor), la sociedad se repliega sobre sí misma. Esto genera vacíos en la identidad de un pueblo y un sentimiento de “vuelta a las fuentes”, que puede ser el germen de fundamentalismos políticos o religiosos.



Huntington pensaba que, finalizada la Guerra Fría el mundo iba camino a una conflictividad de características culturales, a la que llamó “El Choque de Civilizaciones”.

Evidentemente hablaba de política exterior. ¿O no? Veamos.


ARGENTINA. ¿EL CHOQUE DE QUE?






El 13 de septiembre se produjo en varias ciudades de Argentina una movilización en calles y plazas. Convocadas a través de las redes sociales, grupos numerosos de gente salieron a la calle a manifestarse.




La gente pidió que se termine con la soberbia del gobierno. También pidió que se termine con el cepo al dólar. Además, que se acabe con la corrupción, con el control de los números del INDEC, con la falta de libertades, con la inseguridad en las calles, con la propuesta del voto optativo para jóvenes a partir de los 16 años, con la monarquía de los K, con el intento de modificar la constitución, con la idea de re-reelección, con la falta de políticos honestos, con el “relato”, con los subsidios a sectores vulnerables, con la crisis económica, con la inflación, con la violencia de género…hasta pidieron la liberación de la ballena Willy.



Todo parece indicar que Argentina atraviesa un proceso de crisis de representatividad. Existe un descreimiento significativo en las instituciones y el sistema político argentino por parte de la sociedad. La manifestación del 2001 por “que se vayan todos” fue una especie de puntapié inicial. Lo curioso es que no existió renovación del sistema político, ni de los que integran la “clase política”. Ninguno se fue, sin embargo.



El 13 de septiembre, once años después, salieron nuevamente a manifestarse a la calle. Ninguna de las consignas puede servir de aglutinante, bajo ningún lema puede construirse algún tipo de identidad que permita esclarecer un “nosotros”, a prima fascie no puede verse un punto de apoyo sobre el cual apalancar algún tipo de acción política. Ninguna de las banderas o carteles puede decir quién se manifiesta. ¿El pueblo? ¿Los ahorristas perjudicados? ¿la clase media acomodada? ¿La oposición al gobierno? Todo parece indicar que se trata de mera expresión de descontento. Simple descarga de enojo. O al menos así parece. Da la impresión de que nada cambió, o nadie escuchó.




De todos modos no se trata de un dato menor. Existe un descontento de grupos que, sin lugar a dudas, no se sienten parte.



¿Qué pasó?

Una de las probabilidades es que se haya cumplido la hipótesis de Hungtington. La sociedad se replegó sobre sí misma, y dejó funcionando al sistema político en “piloto automático”. El andamiaje institucional siguió su derrotero, como sigue respirando el paciente en coma. Todo permaneció igual, primó el satus quo, nada cambió. La única diferencia es que los vasos comunicantes entre Sociedad y Estado parecen haberse rotos, o diluídos, o bien estar reconfigurándose en otra cosa.



El repliegue de la sociedad tiene consecuencias inmediatas y a largo plazo. 



En lo inmediato, la sobrevaloración del individuo. El “mirarse al ombligo”, la ruptura de lazos de solidaridad trocándolos en un “sálvese quien pueda”. El escapismo o la búsqueda de salvaciones instantáneas, o soluciones mágicas.




En el mediano plazo, la conformación de vacíos a llenarse representa una tentación para fundamentalismos de todo tipo. La “vuelta al pasado” teñido de gloria, o la aplicación de recetas anticuadas, o que simplemente no dieron resultado representan una amenaza, y una muestra de miopía por parte de nuestra dirigencia.



A lo mejor una vuelta a discutir valores, ideas, cultura, permita construir un “nosotros” más amplio. Una forma de llegar a una “civilización” más inclusiva, en términos de Huntington. Quizás alguno reflote la definición de BIOPOLITICA de Foucault, y comience a pensar a la política en términos de visión y discusión holística, como punta del ovillo a desenredar. Sería un buen comienzo.



Quizás sea el pensarse y pensarnos un modo de desactivar la amenaza de bomba de conflictividad social que insisten en encender desde todos lados. 


Se cuidan.

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